Unamuno y doña Concha
Después de muchos meses sin asomarse, Toto De
Lima y el Turco Najul me hicieron esta mañana una visita de médico. Cuando Toto,
en la cocina, mojó la galletita en el café, supe que, al morderla, vendría el recuerdo de una lectura. En efecto,
antes de que el Turco comenzara a recitar la parodia proustiana de su “baisano”
Saer, de Santa Fe, Toto citó a uno de sus autores predilectos, para cuyo recuerdo no
requiere de café ni de medialunas (“de galletitas, parece que sí”, dice el
Turco). Con presunto acento vasco, Toto refirió cuanto sigue:
En esta
sociedad, compuesta de camarillas que se aborrecen sin conocerse, es
desconsolador el atomismo salvaje del que no se sabe salir si no es para
organizarse férrea y disciplinariamente con comités, comisiones, subcomisiones,
programas cuadriculados y otras zarandajas.
Hizo una pausa para seguir comiendo galletitas
con café y me preguntó: “¿Desde cuándo
no lees a Unamuno?”. Sabía que la pregunta era una especie de reclamo. No
esperó mi respuesta y prosiguió:
No se ha
corregido la tendencia disociativa, persiste vivaz el instinto de los extremos,
a tal punto, que los supuestos justos medios no son sino mezcolanza de ellos (…),
se busca por unos la evolución pura, y la pura revolución por otros, y todo por
empeñarse en disociar lo asociado y formular lo informulable.
Como Toto ama la estética del fragmento,
prefirió dejar sus recuerdos hasta ahí, diciéndome: “Si glosas lo que acabo de
recordar, no se te olvide decir que eso es de Unamuno, que está en un libro
suyo publicado hace 115 años, titulado En torno al casticismo. Y no vayas a
decir cuántas galletas me comí ni que derramé café sobre la mesa”.
El Turco, por su parte, se despidió,
confesándome en voz baja: “Me tenía hasta aquí con Unamuno, pero ayer me mostró
un poema y volví a fascinarme con don Miguel. Búscalo. Empieza así: Llueve
desde tus ojos alegría”.
Apenas salieron, fui hasta la “ordenada” Babel y
busqué el libro citado por Toto, para precisar las citas y, por supuesto, el
poema que me dijo el Turco. Copio sus versos finales. Valen oro:
Mas entre tanto por si el día llega
en que antes de parárseme en el pecho
el corazón insomne
cubran mi mente
las sombras de la noche,
dame ese libro,
que aquí, con él, tendido en nuestra cama,
recorreré los siglos que pasaron
mientras el nuestro pasa,
dándole a mi alma medieval el cebo
de memorias eternas.
Y tú vendrás, y al levantar mis ojos,
de las queridas letras,
encontraré a los tuyos que me miran
con su clara dulzura
metiéndome en el alma
hambre de vida.
(Miguel de Unamuno, julio 1912)
Del tiro, se me olvidó decir que las citas unamunianas
de Toto, son, aquí y ahora, una pedrada en ojo de boticario. Pero mejor así.
Hubiese sido redundar. Me quedo en la enorme resonancia del poema, en el amor
de años que allí se venera, en esos ojos y en su hambre de vida.