Av. 20. UCLA
“La ciudad es un discurso y este discurso es en realidad un lenguaje: la
ciudad habla un lenguaje: la ciudad habla a sus habitantes, nosotros hablamos a
nuestra ciudad, la ciudad en la que estamos, simplemente al habitarla, al
atravesarla, al mirarla… la ciudad, esencial y semánticamente, es el lugar de
nuestro encuentro con el otro, y por esta razón el centro es el punto de
reunión de cualquier ciudad”
(Roland Barthes, Semiología y urbanismo)
Cuando supe –Luis
Beltrán Guerrero mediante- que en su nombre había albergue para las cinco
vocales, creció mi gusto por la hermosa voz que la designa. Desde entonces puedo
decir que, en realidad, yo nací en una palabra: Barquisimeto.
Además de ser su gracia,
ella la canta y la escribe en pentagrama. No en balde ha sido llamada –y con
honores- “ciudad musical”.
Al modular
barquisimetanamente su nombre, exhibimos un orgullo, revelamos una particular
seña fonética y, quizá, nuestra escondida nostalgia por el río.
Dentro de treinta y
cinco años años la ciudad de las cinco vocales cumplirá cinco siglos y la
seguiremos soñando cada día. Porque solo soñándola podemos mantenerla viva.
Bien sabemos que se trata de unir en ella inteligencia y alma. Así, bajo el ala de su nombre mítico o a la
sombra de un inolvidable naranjillo de la 20, vivamos de nuevo la alegría
de reinventar la ciudad infinita y de
seguir diciendo su nombre con todo el gusto del mundo: Barquisimeto.