jueves, 13 de junio de 2019

El más intonso de los villanos


Jean Goujon. Diana Cazadora. Diana de Poitiers

El 7 de junio en una carta a Dolores Emilia escribió: “Temo muchísimo perder la voluntad para el trabajo. Todavía me afeito diariamente. Apenas leo”.

Sin duda, afeitarse a diario era una resistencia del alma, una expresión de vida. Una vida que se apagaba (“apenas leo”). Dos días después no pudo más. Cumplía 40. Una sobredosis de pastillas se encargó de todo y un día como hoy, 13 de junio, murió en Ginebra.

Para recordar a Ramos Sucre, vuelvo a un poema suyo que me gusta mucho. Es un texto en el que una duquesa agradece el cielo despejado y sale temprano con su cortejo y sus azores a una jornada de caza. No es reina y por eso no le están permitidos “los raudos torbellinos de Noruega”… Sólo los azores. Cabalga feliz hasta el campo adecuado. Por su belleza, bien le valdría hacerlo sobre unicornio. Se detiene para aguardar el momento justo. Mira sobre su preciosa lúa de piel y azuza al ave, que vuela gallarda. Todos siguen el rumbo del azor, menos unos ojos para los cuales no existe más que la hermosa señora.

El poema es un magnífico cuadro de la fascinación que atesora un refulgente objeto del deseo en un “chapín de cordobán”. Se titula La caza y está en Las formas del fuego.

La caza

La duquesa guarda, montada a caballo, una actitud pudorosa y gentil. Increpa al azor aferrado en el puño y lo despide en seguimiento de un ave indistinta.

El azor dibuja un vuelo indeciso y acierta con el rumbo.

La belleza de la señora me distrae de seguir el curso de la caza. Resalta de lleno en el campo uniforme.

Yo recojo del suelo y oculto recatadamente un chapín de cordobán, escapado de su pie.

La duquesa nota la pérdida en una tregua de la activa diversión.

Me abstengo de contestar sus preguntas inquietas, donde se traspinta el enfado. Un paje saca a plaza la vergüenza de mi hurto.

La duquesa ríe donosamente al adivinar la señal de una pasión en el más intonso de sus villanos”.

(José Antonio Ramos Sucre)

Una delicia para lectores, por eso que Alfredo Chacón llama “decir como es deseado”.