lunes, 30 de octubre de 2017

Alción




Es mérito de los griegos y de Ovidio. El mito narra la historia de una metamorfosis. Alcíone, hija de Eolo, fue transformada por Zeus en pájaro (Martín pescador).



Ovidio, a su vez, convirtió ese mito en una hermosa fábula. Son varias las versiones, pero en todas encontramos a un alción con tiempo y paz para incubar sus huevos. Lo hace en nidos que flotan sobre el agua, en medio de olas calmadas, durante siete días antes, y siete días después del solsticio de invierno.



El texto de Ovidio termina así: Eolo guarda los vientos y les impide salir, y serena el mar para sus nietos.




Por más que arrecie la tormenta, siempre habrá un momento (y un recodo) para Alción. 

viernes, 20 de octubre de 2017

Perogrulleces





José María Valverde

El poeta va a hablar de su relación personal con la filosofía. Como lo hará ante un auditorio académico, toma notas para no improvisar (es un decir). Por cierto, él se siente a gusto con la palabra suelta, sin escritura previa, porque lo que le gusta es hablar sin más. Pero esta vez, prepara un texto en el que va a procurar un tono que no se aleje mucho de la buena tertulia de café. Mejor dicho: que no se aleje nada.

Antes de entrar en materia, hará un preámbulo, dedicado, precisamente, a decir lo anterior y a recordar el nombre de su amigo Aranguren.  Después, vendrá un momento crucial en su  trato con la filosofía: la lectura de Wilhelm von Humboldt. En las páginas del hermano de Alejandro se va a inicar lo que más tarde llamará “su conciencia lingüística”. No en balde, su tesis doctoral tendrá como tema esos asuntos del lenguaje.

Ahora el poeta (y filósofo) está en el trance de anotar qué cosa es eso de “conciencia lingüística”. Casi que pedirá disculpas por lo elemental de sus palabras, pero no lo hará. No le importa expresar con "un planteamiento escolar”, -en pocas palabras y con más deleite que provocación- todo lo que quiere. Así, se complace en tomar esta nota:

Pensamos sólo mediante el lenguaje… Hay profundas razones para que la mayoría de los filósofos profesionales sean quienes más se resistan a asumir esa perogrullez de que pensar no es sino hablar. Incluso algunos alumnos míos en la Facultad de Filosofía de Barcelona me han puesto a veces muy mala cara cuando les he enunciado esta sencilla vulgaridad: en tales casos, yo siempre les he dicho que si alguien de los presentes tenía algún pensamiento sin lenguaje, “que lo dijera”.
  
El poeta se ríe solo, porque al escribir “perogrullez” recordó los versos pareados que un día le dedicó a un gran filósofo contemporáneo, cuya conciencia lingüística también partió de una ruta humboldtiana. No pondrá esos versos en su charla, pero ahora, por puro goce, se los dice en voz alta:

Cascando las palabras como nueces

alumbra don Martín perogrulleces
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No es que se ponga serio, pero en este momento, el poeta José María Valverde va a citar a Kant para seguir llevando agua a su molino de palabras.

La ligera paloma kantiana que se imagina volar mucho mejor en un espacio donde el aire no la limite, terminará dándose cuenta de que el aire es imprescindible para su vuelo. Ese aire es el lenguaje.
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(El texto de José María Valverde al que se alude –y se cita- acá fue preparado para las Terceras Conferencias Aranguren de Filosofía, impartidas en la Residencia de Estudiantes, en Madrid los días 7, 8 y 9 de marzo de 1994. Fue publicado en la revista Isegoría, Nro. 11. 1995)

lunes, 16 de octubre de 2017

En calma hacia el próximo naufragio




Para reponerse es necesario el duelo. Y cierto humor, aunque parezca cruel. Tal vez, este poema de José Emilio Pacheco ayude un poco en ese trance:

“Titánic

Nuestro barco ha encallado tantas veces
que no tenemos miedo de ir hasta el fondo.
Nos deja indiferentes la palabra catástrofe.
Reímos de quien presagia males mayores.
Navegantes fantasmas, continuamos
hacia el puerto espectral que retrocede.
El punto de partida ya se esfumó.
Sabemos hace mucho que no hay retorno posible.
Y si anclamos en medio de la nada
seremos devorados por los sargazos.
El único destino es seguir navegando
en paz y en calma hacia el siguiente naufragio”.

(José Emilio Pacheco, El silencio de la luna)

¿Y ahora, José?



Carlos Drummond de Andrade

Seis de la mañana. Gregorio Samsa no se despertó convertido en insecto. Cuando anoche se acostó, ya lo era.  Desde una remota ciudad del sur, hoy le preguntan:

“¿Y ahora, qué?”.

Él se repone y vuelve a sus vínculos de siempre. Abre el libro de Drummond para buscar el poema que asoció con la pregunta y lee:

Con la llave en la mano
quiere abrir la puerta,
no existe puerta:
quiere morir en el mar,
pero el mar se secó;
quiere ir a Minas,
Minas no está más.
José, y ahora?

Si usted gritase,
si usted gimiese,
si usted tocase
un vals vienés,
si usted se durmiese,
si usted se cansase,
si usted se muriese…
Pero usted no muere
usted es duro, José!

Solo en lo oscuro
como animal salvaje,
sin teogonía,
sin pared desnuda
para recostarse,
sin caballo negro
que huya al galope
usted marcha, José!
José, para dónde?”

Cierra el libro de Drummond de Andrade y recuerda a Monterroso, pero no lo va a citar, no vaya a ser que también el dinosaurio se haya ido.

Hecho el duelo, se dispone a afrontar su nueva batalla con la página en blanco.

sábado, 7 de octubre de 2017

Recobrar la cordura





De la columna semanal de Antonio Muñoz Molina, en Babelia, estas palabras que comparto:

Hay que parar. Es urgente una tregua. A cualquier precio hay que recobrar la cordura, o al menos dejar en suspenso tanta vehemencia. No conozco a nadie razonable que no tenga miedo estos días, que no sienta vértigo, abatimiento, amargura. Solo a los exaltados les complace esta escalada que no sabemos en qué concluirá si seguimos así, pero que ya está dando sus resultados desastrosos. Las personas a las que conozco y con las que hablo estos días tienen ideas y aspiraciones muy distintas, y a veces en apariencia irreconciliables, pero están unidas, estamos, por este común abatimiento que ya no es solo político, porque invade hasta lo más recóndito de nuestras vidas privadas. Era desolador ver a la gente que aclamaba a los policías y guardias civiles que iban a viajar a Cataluña al grito bárbaro de “¡A por ellos!”. Da miedo esa consigna gritada ahora en Cataluña, “Las calles siempre serán nuestras”. Provoca el mismo escalofrío que aquel exabrupto de Manuel Fraga cuando era ministro de Gobernación: “La calle es mía”.
                                                                                                        
El artículo de Muñoz Molina se titula Defender la cordura (El País, Babelia, 07 de octubre de 2017).