miércoles, 23 de abril de 2014

Los sobresaltados no advierten la tragedia


 
 
Hoy bajé un libro de la biblioteca de mi padre. Al hojearlo, encontré una sorprendente nota manuscrita de su amigo José Manuel Sánchez. La copio:  

Aunque procuremos no herir al amigo alemán de Camus que todos tenemos, hay cosas que no pueden omitirse. Claro, hay modos de decirlas. Una vez más, ensayemos otra.  

Es una historia conocida. Todos recordamos que ante la debacle que se le avecinaba a la revolución, Robespierre decidió incrementar el uso de la guillotina, pero la carnicería apresuró los hechos, y no sólo rodó su cabeza, sino también la de quien, por su enorme talento, debió haber advertido la tragedia. Lastimosamente, el intelectual enceguecido aplaude al ciego y termina siendo más jacobino que el jacobino, quien, sin decirlo de manera explícita, lo que está pidiendo por piedad, es que lo moderen”. 

Mi asombro continuó, porque al final de la página 331 (ahí estaba la nota de Sánchez) comienza un breve y hermoso episodio.  

Después de la muerte de Saint-Just, una joven prófuga, vestida de lavandera, con un niño de seis meses en los brazos, se presenta en la casa de la rue Gaillon (última morada de Sain-Just) y le pide a la patrona que le venda un retrato. Sabía la joven fugitiva que la patrona de Saint-Just era pintora de profesión y había retratado al joven republicano, amigo de su marido, quien también falleció en la brutal degollina.  

Deseaba con toda la fuerza del mundo tener una imagen que le recordara a su esposo. El cuadro valía seis luises, que, por supuesto, no llevaba la viuda de Labás. Ante la insistencia, la pintora accedió a un trueque: le entregó el retrato a cambio de un cofre que sólo contenía ropa blanca y un traje de bodas. 

El autor, Alphonse de Lamartine, rubrica el glorioso relato romántico con estas prístinas líneas: 

“…el amor conyugal pudo legar a la posteridad la única imagen de aquel joven revolucionario, bello, fantástico, vago como una teoría, meditabundo como un sistema, y triste como un presentimiento”.
--
 
P.D: El libro de Lamartine se titula La Revolución Francesa. Adoro los tres tomos de Ramón Sopena.
 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario