jueves, 18 de agosto de 2016

Alfajor de Zafra


 
En una de sus magistrales conferencias, la dedicada a las nanas infantiles, se refirió a la dulcería española: 

Todos los viajeros están despistados. Para conocer la Alhambra de Granada, por ejemplo, antes de recorrer sus patios y sus salas, es mucho más útil, más pedagógico comer el delicioso alfajor de Zafra o las tortas alajú de las monjas, que dan, con la fragancia y el sabor, la temperatura auténtica del palacio cuando estaba vivo, así como la luz antigua y los puntos cardinales del temperamento de su corte. 

Ese párrafo vale más que una declaración de la UNESCO sobre patrimonio inmaterial. Continúa: 

En la melodía, como en el dulce, se refugia la emoción de la historia, su luz permanente sin fechas ni hechos. El amor y la brisa de nuestro país vienen en las tonadas o en la rica pasta del turrón, trayendo viva vida de las épocas muertas, el contrario de las piedras, las campanas, la gente con carácter y aun el lenguaje.

La geografía espiritual del flamenco, recorrida por el poeta, pasa, sobre todo, por el oído y por el gusto. 

Vayamos hoy a la cocina, por lorquianas, por bulerías. En el recetario de las monjas dominicas del Monasterio de Santa Catalina de Zafra está la guía para la merienda de este dia en que recordamos al poeta asesinado por los fascistas, hace 80 años, en Granada. En su Granada.

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