Borges
La delicadeza de la que habló Roland Barthes con gusto y precisión,
brilla ahora por su ausencia. Hemos perdido el sentido estético de la
vida, que es también un sentido ético. Por eso, tal vez, las formas ya no valen mucho.
Se prefiere la rudeza al estilo, sobre todo, al estilo de la caballería
andante, olvidado hace siglos, pero del que había aún vestigios entre nosotros
hasta no hace mucho.
Las fraternidades han sido desplazadas por vínculos de conveniencia
(laborales, gremiales, partidistas...) y ya no nos importa el apagón de la
gratitud como valor. Parece que nos vamos conformando con este extenso vacío de la banalidad.
Cioran habló de una utopía que podíamos encarnar en Borges: la utopía de
la delicadeza. Pero la cosa está difícil, porque Borges fue, según el mismo
Cioran, el último de los delicados.