sábado, 30 de mayo de 2015

La unidad no es un artificio


Foto: Mario Olmos. Portada de La vida privada de los árboles de Alejandro Zambra (Anagrama, 2007)
 
Seis de la mañana y la brisita nupcial de la metáfora, como en aquel verso de Cintio que sigue el ritmo del aire y suavemente se detiene en la página.
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Merodean palabras como pájaros. Solo una se posará en la rama.
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La unidad está en la naturaleza y no es un artificio. Tras la contemplación y el silencio, la poesía se le aproxima y la recrea.
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Si le cuesta al poeta desde su austeridad, ¿cómo el hombre, escindido por ideologías y arrogancias, pretende encontrarla?
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“Hablan poco los árboles, se sabe”, dijo Montejo. Pero de que hablan, hablan y si dejamos que penetren en nuestras vidas, quizá podamos escucharlos.
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Por un epígrafe de La vida privada de los árboles, breve y bella novela de Alejandro Zambra, supe del poeta (también chileno), Andrés Andwanter, de quien leo ahora este poema:  
 
Nostalgias de cosas que no he vivido 
 
 Como la vida privada de los árboles
 (o de los náufragos): aferrado a estas palabras
 en el océano como una mesa
 cubierta de partituras, y un barco
 navegando en los ojos, escribo:
 una imagen absurda que se confunde
 con la nostalgia de cosas que no he vivido,
 como la vida privada de los árboles
 o de los náufragos.
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Vuelvo al primer párrafo del libro de Zambra: 
 
Julián distrae a la niña con ‘La vida privada de los árboles’, una serie de historias que ha inventado para hacerla dormir. Los protagonistas son un álamo y un baobab que durante la noche, cuando nadie los ve, conversan sobre fotosíntesis, sobre ardillas, o sobre las numerosas ventajas de ser árboles y no personas o animales o, como ellos dicen, estúpidos pedazos de cemento.
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Iluminarse aunque sea un instante con las palabras y las cosas, es el oficio del poeta. Lo supo Ungaretti una mañana.

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