jueves, 14 de abril de 2016

María republicana


Muy joven y guapa, María Zambrano
 
Seis de la mañana en punto. Primera apariencia del día: la fecha. Al anotarla, dos recuerdos. Uno, para María Zambrano. Otro, para Serrat, por su “muchacha típica”, a la que “cada 14 de abril se le derraman dos lágrimas”. De María, las ilusiones y la hermosa escritura       que evocó la fiesta: 

“Es imposible dar idea de lo que fue en Madrid aquel 14 de abril imborrable. De no saber lo que era el pueblo español, entonces lo hubiéramos aprendido; aquel día se reveló con toda su grandeza más que humana; toda su capacidad de alegría se vio colmada y hasta la luz maravillosa de Madrid parecía ser más transparente”.
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Una muchacha, no típica, de Málaga, acaba ver al hombre de la camisa blanca:  

Uno de aquellos hombres, que llevaba una camisa blanca, se destacó. Sería por azar, pero estaba colocado debajo del reverbero blanco; así que la blancura de su camisa era ultraterrena y, al mismo tiempo, terrestre, porque todo era así, nada era abstracto, nada era irreal, todo era concreto, real, vivo, la mismísima realidad, la felicidad”. 

Era la República.
 

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