domingo, 4 de septiembre de 2016

Mi referencia es Kraus, dijo Wittgenstein


Karl Kraus por Oskar Kokoschka
 
Jesús Aguirre ya era duque de Alba y con ese título firma en Liria, en enero de 1982, el prólogo de la edición castellana de Pro domo et mundo, que él mismo había traducido y preparado. En las primeras líneas dice con orgullo que Taurus (la dirigía desde que colgó sus hábitos jesuíticos) publicó La Viena de Wittgenstein (1974), de Janik y Toulmin, muy poco después de que en Estados Unidos “viese la luz la edición original” (1973). La mención es para informar que ese libro fue el primero de una línea de trabajo: publicar obras de los nombres más notables del “bullicio creativo” de esa Viena, entre los cuales, el de Karl Kraus es el de “un gran ministro, mejor dicho, maestro, que (…) une y divide, anima y escarnece, frecuenta y esquiva” a todos los demás. Léase: “Mahler, Freud, Loos, Hofmannsthal, Trakl, Wittgenstein, Schönberg, Kokoschka, Schnitzler, Berg, Rilke, Wedeking, Strindberg et allii”. 

Para Pro domo et mundo en español Aguirre prefirió otro nombre. Retocó el de una de sus secciones y lo bautizó Contra los periodistas y otros contras. En el prólogo nos ubica en Kraus y en su época. Lo hace con admirable elegancia y precisión. Para destacar el respeto y el cariño que hacia Kraus tuvieron otros grandes, refiere cosas como estas: 

En 1914 Wittgenstein renuncia a cien mil coronas de oro, heredadas de su padre, en favor de escritores menesterosos. El albacea que escoge para distribuir su donación es Ficker, un intelectual de Innsbruck, a quien el filósofo conoce poco. ¿La razón?: ‘por lo bueno que Kraus ha escrito sobre usted y por lo que usted ha escrito de bueno sobre Kraus’. Los beneficiarios del dinero, coronados por tanto, ya que de coronas se trataba, fueron Rilke y Trakl. No siempre las parcas tejen con hilo negro. Trakl, el poeta de los azules y del incesto, publica algunos versos, por recomendación de Kraus, en una prestigiosa colección que dirge Franz Werfel, y retira otros de cierta revista porque su director se enemista con Kraus. En 1912 dedica a éste un salmo y en 1913 el siguiente poema: 

Karl Kraus. Albo Sumo Pontífice de la verdad,
voz de cristal, en la cual de Dios vive el hálito glacial,
mago encolerizados, bajo cuyo manto resuena la azul
coraza del guerrero. 

De seguidas Aguirre aprovecha para recordar que el corazón de Karl Kraus no lo ocupaba nada más la sátira contra los impostores, y que en él había también bastante espacio para los afectos, y para admirar a quienes fracasaban injustamente porque su genialidad sólo sería reconocida en otros tiempos. 

En el entretenido prólogo, “mezcla de vagabundeo y método” (Eugenio d’ Ors dixit), el duque habla de los amores de Kraus y refiere el que muy discretamente mantuvo con la baronesa Sidonia Nádherný von Borutin, por la cual –supone- tuvo con Rilke una leve e inconsciente rivalidad. “Lo cierto –añade Aguirre- es que Kraus, que sabía lo que pasaba y lo que no llegó a pasar, llamaba a Rilke por su segundo nombre: “la María”.
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Volvamos a Karl Kraus, quen hoy sería un temible usuario del Twitter. Los intolerantes que nunca faltan seguramente lo llamarían “guerrero del teclado”. Sin nombrarlo, por supuesto.
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Veo el retrato que le hizo Oskar Kokoschka y leo: 

“Kokoschka me ha hecho un retrato. Bien está que no me reconozcan los que me conocen. Pero seguro que me reconocerán quienes no me conozcan”.

2 comentarios:

  1. Muy grata glosa, Freddy. Totalmente de acuerdo. Karl Kraus sería un “guerrero del teclado”

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  2. Gracias, querido Luis. Quienes, como tú, navegan a contracorriente, lo son. Abrazos.

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