martes, 19 de julio de 2016

El consejero


Euclides da Cunha
 
Desde que Roberto lo mencionó el viernes pasado, he estado releyendo Los sertones. Fascinante. Tiene razón Antonio Candido: Euclides da Cunha es mucho más que un sociólogo. Es casi un iluminado. De la tragedia de su vida, a las otras tragedias, hay literatura, tanta, que uno, atrapado por la prosa, se olvida de los determinismos raciales o geográficos que atraviesan sus páginas.
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La mención de Roberto tenía que ver con lo que nos está pasando desde hace mucho tiempo y que no termina de pasarnos. En una parte referida a las peregrinaciones, Euclides da Cunha copia un documento publicado en la Capital del Imperio en 1877, que da cuenta de cómo se presentó el Consejero en la aldea del Itapicuru de Cima, cuando ya tenía gran renombre: 

Apareció en el sertón del Norte, un individuo, que dice llamarse Antônio Conselheiro y que ejerce gran influencia en el espíritu de las clases populares, sirviéndose de su aspecto misterioso y ropas ascéticas, con los que se impone a la ignorancia y la simplicidad. Dejó crecer sus barbas y sus cabellos, viste una túnica de algodón y se alimenta tan poco que casi es una momia. Acompañado de dos profetas, vive rezando, pregonando y dando consejos a las multitudes que reúne donde le permiten los párrocos, y moviendo los sentimientos religiosos, va juntando al pueblo y guiándolo a su gusto. Revela ser hombre inteligente pero sin cultura”. 

Da Cunha ya había hablado de la formación del monstruo. Había dibujado en pocas líneas el proceso delirante del poder: “La multitud lo remodelaba a su imagen. Lo creaba”.  

“Y creció tanto que se proyecto en la Historia…”
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Vagan en la memoria resonancias.

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