martes, 19 de julio de 2016

Lección de estilo


Sertón. Vaquero.  Foto de Araquém Alcántara.
 
La primera vez que la leí fue en un artículo de Alejo Carpentier. La citaba como ejemplo de estilo impecable y natural, contrastándola con la escritura de algunos autores “correctos”, pero desmañados. Me refiero a la carta de aquel vaquero de Canudos, quien, al finalizar el invierno, se dirige a su patrón para darle cuenta del trabajo con las nuevas cabezas del rebaño. 

“Hay hombres que nacen con su estilo a cuestas”, dice Carpentier y resalta “la nobleza del tono y el rústico vigor de las imágenes” que encuentra en esa breve carta del sertanejo:

Euclides da Cunha (a quien debe Carpentier el formidable ejemplo) advirtió la sustitución de la fórmula de despedida “su seguro servidor”, por una expresión más íntima: “su amigo y vaquero”. También ahí está la nobleza, que dice Carpentier. La copio: 

Patrón y amigo: le participo que la boyada cayó en el despotismo. Sólo cuatro reses entregaron el cuero a las varas. El resto atronó en el mundón. Su amigo y vaquero (Aquí, la firma). 

Todo el desastre quedó estampado en esas líneas. Tres palabras le bastaron al autor de Los sertones para referirlas: “Una alarmante concisión”.

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