Seis de la mañana. Al poner la fecha, lo recordé
y busqué la cita. Fue un día como hoy:
“Por la plaza de El Silencio –del silencio y de
la soledad esa tarde- por donde se me hizo pasar, tal vez para que recordara
aquello de ‘así pasan las glorias del mundo’, atravesé en la mejor compañía: la
de mí mismo, sin amarguras de tiempo perdido… Días después, un querido amigo
mío terminaba su vida murmurando: ‘¡Lo dejaron solo, lo dejaron solo!”.
Es Rómulo Gallegos, en una carta a Alberto
Ravell.
El
gobierno legítimo, “respaldado por una inmensa fuerza moral, tiene plena
confianza en que las Fuerzas Armadas leales cumplirán con su deber, manteniendo
el orden y garantizando los derechos del pueblo”, había dicho el Secretario
General de la Presidencia, Gonzalo Barrios, al mediodía de la víspera.
Hoy, 24, se
cumplen 67 años del día fúnebre (Liscano dixit) en que el presidente
civil fue depuesto por los militares. Otro escritor, Antonio Arráiz, un
barquisimetano inmenso, se iría del país en exilio voluntario. Habían vuelto
los bárbaros.
Aunque muchas veces esté sola, la fuerza moral
de Rómulo Gallegos permanece. Hoy la recordamos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario