Suave es la mañana, primero con Chaplin, en el
circo. Después, con un azulejo en el balcón y una leve brisa que entró a la
sala para acompañar la lectura.
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Ahora tengo en mis manos un viejo libro. Fue
escrito en los 50. Es de Germán Arciniegas y se titula “Entre la libertad y el
miedo”.
Siempre es grato leer al gran escritor bogotano,
pero esta vez, más que el disfrute de su prosa, me movió el interés por la
historia política de nuestros pueblos.
Este volumen, además, tiene para mí un valor sentimental: la etiqueta de
la librería barquisimetana que lo vendió. “Santos Luzardo” era su nombre.
Recuerdo a mi tío Antonio Castellanos, propietario de esa librería, contándome
cómo tuvo que esconder los ejemplares del libro de Arciniegas, para evitar que
la Seguridad Nacional, en una de sus habituales visitas, los encontrara. Eran
tiempos de terror, y se vivía, como inequívocamente lo expresa el título de esa
formidable crónica, la fatal disyuntiva entre la libertad y el miedo.
Sin apostillas y más comentarios, copio unos
párrafos del prólogo que el autor le hizo en 1956 a la edición argentina de su
lúcido y valiente testimonio:
“El
creciente alejamiento de las formas de gobierno representativo nos coloca cada
vez más fuera, en nuestra América, de la órbita democrática (…) Se ha
conservado en el lenguaje oficial la vieja terminología. Se habla de
democracias, repúblicas, libertades, derechos políticos. Pero, al menos
académicamente, tendrían que llamarse de otra manera, y no repúblicas
democráticas, a los estados donde (…) no hay congreso, no se reconoce a los
partidos de mayoría, no se toleran los de minoría, no hay independencia del
poder judicial, las constituciones se modifican por decreto, el poder ejecutivo
legisla directamente en materias civiles, penales, económicas, comerciales,
políticas o culturales, no existe el habeas corpus, no hay libertad de prensa,
ni de asociación, ni de reunión, la universidad está intervenida, la religión
amenazada, el presupuesto de gastos y rentas se hace sin consulta de parlamento
ni control fiscal, y el derecho a la vida está en manos de las autoridades
respetarlo o no, sin fórmula de juicio (…) Ateniéndonos a las normas del
derecho aún vigentes en el mundo, basta que uno de esos vicios exista para que
la república democrática deje de existir. Esa república se funda en tres
poderes y no en uno solo”
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La noticia de hoy la trae Gadda: “Horrendo
crimen en la via Merulana”. Esa obra maestra me espera por la tarde.
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