Hannah Arendt
Hannah Arendt
(2012), de Margarethe von Trotta
En torno al extraordinario texto acerca del juicio
a Adolf Eichmann, este filme aborda momentos importantes en la vida de la gran
pensadora alemana: su presencia académica en Estados Unidos, la relación con su
segundo marido, el vínculo con Heidegger, la amistad con la escritora Mary
Macarthy, y sobre todo, la tenaz libertad de pensamiento, frente a todo tipo de
dogmas y prejuicios, incluidos los de su entorno.
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Que una prestigiosa escritora judía, insospechable
de antisemitismo, se atreviera a analizar de modo descarnado el juicio a
Eichmann, y hablara de “la banalidad del mal” (cuando se esperaba que lo
hiciera sólo del “mal”), no fue tolerado por quienes, ciegos ante una lúcida e
inédita reflexión, se negaron a considerar una mirada distinta sobre la
burocracia criminal de los nazis. Y es ahí donde la película de Von Trotta pone
el acento, sin patetismos y sin concesiones.
Asistimos a la discusión con dos grandes amigos de
la Arendt: el líder sionista Kurt Blumenfeld y el filósofo Hans Jonas (los
adoraba, especialmente al primero). Hannah no cede un ápice en su afán de
comprender la historia, mientras ellos se limitan a acusarla de “arrogante”. El
contraste parece una lección. Creo que lo es.
Cuando Blumenfeld le pregunta “por qué no amaba al
pueblo judío”, Hannah le responde: “Sólo amo a mis amigos. Es el único amor del
que soy capaz”.
Ayer y hoy, aquí y allá, huelgan las repreguntas.
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