martes, 16 de septiembre de 2014

Mi maestro


 
16-09-14: Seis de la mañana. Estoy en Caracas, en Los Palos Grandes. No alcanzo a ver el Ávila desde mi habitación, pero me lo imagino ligeramente nublado. En unos minutos le daré los buenos días, como siempre hago cuando estoy en la ciudad que vive a sus pies. Le diré que ha muerto un grande que adoró su esplendor, desde los dos lados de su presencia. De niño, en su querida Maiquetía, frente al mar. Después, en el valle de San Francisco, hasta ayer en la mañana. Al lado de Cuchi, quien me acompaña en este momento triste, recordaré a mi maestro, bajo el signo del Ávila.  

Conoció los infiernos más temidos de esta tierra. Cárceles, les dicen. Luchó para que dejaran de serlo, pero la ironía del destino quiso que fuese en su patria donde el horror de esos lugares creciera del modo más espantoso.  

También vivió en amables aulas de clase, en las que prodigó sabiduría y dignidad. En una de ellas lo conocí hace 44 años. Cuando abrí el libro que había escrito para iniciar la cátedra de Criminología en nuestra Facultad de Derecho, lo primero que encontré fue un haikú que decía: “El ladrón no se pudo/  llevar la luna/ que yo veo por la ventana”. Después, él mismo me diría que ese breve poema se lo había pasado el poeta Rafael Cadenas, cuyos Cuadernos del Deestierro, figuraban, por cierto, en la bibliografía del excelente manual criminológico.  

Se recordará –y con razón- al criminólogo y penitenciarista. Pero no debemos olvidar que fue también durante muchos años -y hasta hace pocas horas-, un escritor. Su esposa me refirió anoche que ayer envió su último artículo a Últimas Noticias. Por eso, el próximo miércoles tendremos aún ocasión de leer algo nuevo de su pluma. 

Fue mi maestro dije. También fue mi amigo. Se llamaba Elio Gómez Grillo.

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