viernes, 6 de mayo de 2016

Lezama en el Paseo del Prado


Lezama Lima camina por el Paseo del Prado
 
Que lo dejen, verdeante, que se vuelva y  que le permitan salir de la fiesta hasta “la terraza donde están dormidos”. Eso pide Lezama para el cronista social de La Habana Elegante 

Que dejen que se vuelva, repite Lezama, “mitad ciruelo/ y mitad piña laqueada por la frente”.  

Si no es por Julián del Casal, será entonces por José Martí que sabremos que “la señora de Moruaga llevaba un elegante traje de raso blanco con encajes de Chantilly negro, revelando, dede luego, la hábil confección de un modisto parisiense”.
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Que Lezama siga su camino por el Paseo del Prado y que  lo protejan las sombrillas de la medianoche.
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La rabia del sol
araña las palmeras
como un gato de seda. 

La galga rusa y el tapiz,
inelegante diálogo
en la mudez del guante.
Y el buzo sacando de las aguas
un pez de cinco colas
por el arco raptor
de sedas destrozadas. 

(Lezama Lima, Paseo del Prado. Sombrillas de Medianoche)
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Todo pasó
cuando ya fue pasado, pero también pasó
la aurora con su punto de nieve. 

(Lezama Lima, Oda a Julián del Casal)
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La nieve que refirió Sarduy cae todavía sobre La Habana.

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