Lezama Lima camina por el Paseo del Prado
Que lo dejen, verdeante, que se vuelva y que le permitan salir de la fiesta hasta “la
terraza donde están dormidos”. Eso pide Lezama para el cronista social de La
Habana Elegante.
Que dejen que se vuelva, repite Lezama, “mitad
ciruelo/ y mitad piña laqueada por la frente”.
Si no es por Julián del Casal, será entonces
por José Martí que sabremos que “la señora de Moruaga llevaba un elegante traje
de raso blanco con encajes de Chantilly negro, revelando, dede luego, la hábil
confección de un modisto parisiense”.
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Que Lezama siga su camino por el Paseo del Prado
y que lo protejan las sombrillas de la
medianoche.
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La rabia
del sol
araña las
palmeras
como un
gato de seda.
La galga
rusa y el tapiz,
inelegante
diálogo
en la
mudez del guante.
Y el buzo
sacando de las aguas
un pez de
cinco colas
por el
arco raptor
de sedas
destrozadas.
(Lezama Lima, Paseo del Prado. Sombrillas de
Medianoche)
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…Todo pasó
cuando ya
fue pasado, pero también pasó
la aurora
con su punto de nieve.
(Lezama Lima, Oda a Julián del Casal)
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La nieve que refirió Sarduy cae todavía sobre La
Habana.
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