Pastelería del poeta J. V. Foix, en Sarriá
Domingo de nubes con sol
y poca brisa. En una entrada de su “cuaderno gris”, Josep Pla camina por una
vieja calle de Barcelona y oye la garlopa de un carpintero. Ese sonido lo
emociona. “Inefable, deliciosa sorpresa”, dice. Más adelante, en un entresuelo
abierto de par en par, ve a un hombre que empapela la pared. Tiene un
cigarrillo colgado del labio inferior y canta “El pardal, quan s’ajocaba, feia
remor…”. Lo hace -refiere Pla- “con una voz mortecina y juguetona”. El joven escritor
sigue su camino y tararea.
Dejo a Pla en su
recuerdo y leo a un poeta de Sarriá, habitante también de esta comarca de
fantasmas, tan lejos y tan cerca:
No se debe al azar ni a
la impostura
que sea mi país la dulce
tierra en donde
vivo y pienso morir. Ni
lanza ni navío
cautivan a quien vive a
todo riesgo.
(“No pas l’atzar ni
tampoc la impostura/ han fet del meu país la dolça terra/ on visc i on pens
morir. Ni el fust ni el ferre/ no fan captiu a qui es don’ l’aventura”)
Es J. V. Foix traducido
por Enrique Badosa.
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La anterior estrofa de
Foix es el inicio de un soneto de su libro Solo, y dolido (Sol, i de dol). Dice
Gimferrer que los versos de Foix suelen bastarse a sí mismos y para ilustrar su
afirmación se apoya, justamente, en ese texto, que traduce asi: “No el azar ni
tampoco la impostura/ Hacen de mi país la dulce tierra/ Donde vivo y deseo
morir. Madera o hierro/ No cautivan a quien se va a la aventura”.
Pero fue otro endecasílabo
de Foix el que vino primero a la memoria de Gimferrer esa vez. Hablaba, repito,
del verso como unidad y “creación diamantina, irreductible”. No hay que decir
más nada, afirmó Gimferrer, porque tal
vez en ese verso esté toda Cataluña, digo yo:
El Pic, la Vall i el
Pla: l’ordre cabal.
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