Carlos Drummond de Andrade
Seis de la mañana. Gregorio Samsa no se despertó
convertido en insecto. Cuando anoche se acostó, ya lo era. Desde una remota ciudad del sur, hoy le
preguntan:
“¿Y ahora, qué?”.
Él se repone y vuelve a sus vínculos de siempre.
Abre el libro de Drummond para buscar el poema que asoció con la pregunta y
lee:
“Con la
llave en la mano
quiere abrir
la puerta,
no existe
puerta:
quiere morir
en el mar,
pero el
mar se secó;
quiere ir
a Minas,
Minas no
está más.
José, y
ahora?
Si usted
gritase,
si usted
gimiese,
si usted
tocase
un vals
vienés,
si usted
se durmiese,
si usted
se cansase,
si usted
se muriese…
Pero usted
no muere
usted es
duro, José!
Solo en lo
oscuro
como animal
salvaje,
sin teogonía,
sin pared
desnuda
para recostarse,
sin caballo
negro
que huya
al galope
usted marcha,
José!
José, para
dónde?”
Cierra el libro de Drummond de Andrade y
recuerda a Monterroso, pero no lo va a citar, no vaya a ser que también el
dinosaurio se haya ido.
Hecho el duelo, se dispone a afrontar su nueva
batalla con la página en blanco.
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