Antonio Saura
Las del alba serían
cuando leí cuanto sigue:
“…es mucha la priesa
que de infinitas partes me dan a que le envíe, para quitar el amago y la náusea
que ha causado otro Don Quijote que, con nombre de segunda parte, se ha
disfrazado y corrido por el orbe; y el que más ha mostrado desearle ha sido el
grande emperador de la China, pues en lengua chinesca habrá un mes que me escribió
una carta con un propio, pidiéndome, o, por mejor decir, suplicándome se le
enviase, porque quería fundar un colegio donde se leyese la lengua castellana,
y quería que el libro que se leyese fuese el de la Historia de Don Quijote.
Juntamente con esto me decía que fuese yo a ser el rector de tal colegio.
Preguntéle al portador si Su Majestad le había dado para mí alguna ayuda de
costa. Respondióme que ni por pensamiento. ´Pues, hermano –le respondí yo-, vos
os podéis volver a vuestra China a las diez, o a las veinte, o a las que venís
despachado, porque yo no estoy con salud para ponerme en tan largo viaje;
además que, sobre estar enfermo, estoy muy sin dineros, y, emperador por
emperador y monarca por monarca, en Nápoles tengo al gran conde de Lemos, que,
sin tanto titulillos de colegios ni rectorías, me sustenta, me ampara y hace
más merced que la que yo acierto a desear.´Con esto le despedí, y con esto me despido,
ofreciendo a Vuestra Excelencia Los trabajos de Persiles y Sigismunda, libro a
quien daré fin dentro de cuatro meses, Deo volente (…) De Madrid, último de
octubre de mil seiscientos y quince. Criado de Vuestra Excelencia.
Miguel de Cervantes Saavedra”
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