martes, 25 de noviembre de 2014

El fulgor de las palabras

 Plaza Xemáa el Fná. Juan Goytisolo

Está escrito y documentado en informes de la UNESCO. La prensa lo registró en su momento y es verdad que se repite en diversos ámbitos: a Juan Goytisolo se le debe, en buena medida, la Convención que protege el patrimonio cultural inmaterial de la humanidad. En octubre de 2009, en Córdoba, muy cerca de la Mezquita, escuché del propio Federico Mayor Zaragoza, ex Director General de la UNESCO, la versión del hecho: un día recibió en su despacho la visita del escritor barcelonés, quien le habló entusiasmado de la plaza de Xemáa el Fná, de Marraquech, como un espacio único en el mundo. Allí, le dijo, se alberga un patrimonio oral milenario. Goytisolo, vecino del lugar, le planteó a Mayor Zaragoza la necesidad de hacer algo para protegerlo y el Director General puso en manos de expertos el tema. Al cabo de poco más de tres años, la Asamblea General de la UNESCO aprobaría el instrumento que hoy sirve para la salvaguardia del acervo cultural inmaterial de los pueblos.  
Hoy, cuando me enteré de que Juan Goytisolo había ganado el "Cervantes", no sólo recordé algunos libros suyos que adoro, sino también, esa especie de conciencia cultural que él encarna, puesta al servicio de imaginarios olvidados. Antes de obtener para todos la declaratoria a favor de la plaza de Marraquech, escribió así sus temores: 
"...Xemáa el Fná resiste a los embates conjugados del tiempo y una modernidad degradada y obtusa. Las 'halcas' no desmedran, emergen talentos nuevos y un público siempre hambriento de historias se apandilla jovial en torno a sus juglares y artistas. La increíble vitalidad del ámbito y su capacidad digestiva aglutinan lo disperso, suspenden temporalmente las diferencias de clase y de jerarquía (...). Al claror de las lámparas de petróleo, he creído advertir la presencia del autor de Gargantúa, de Juan Ruiz, Chaucer, Ibn Zaid, Al Hariri, así como de numerosos goliardos y derviches. La imagen zafia del bobo besuqueando su teléfono celular no afea ni abarata la ejemplar nitidez de su egido. El fulgor e incandescencia del verbo prolongan su milagroso reinado. Mas a veces su vulnerabilidad me inquieta y el temor se agolpa en mis labios cifrado en una pregunta: ¿Hasta cuándo?"
-- 
Sé que le acaban de otorgar el Premio Cervantes por su inmensa obra literaria. No podía ser por otra cosa. Pero también sé que buena parte de esa obra es para ser leída en voz alta. Son muchas los voces preteridas que viven, se aglomeran y cantan en sus libros. Por eso he querido recordarlo hoy, por (y en) su plaza infinita de salmodias. Allí celebraremos el Cervantes.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario