Está escrito y
documentado en informes de la UNESCO. La prensa lo registró en su momento y es
verdad que se repite en diversos ámbitos: a Juan Goytisolo se le debe, en buena
medida, la Convención que protege el patrimonio cultural inmaterial de la
humanidad. En octubre de 2009, en Córdoba, muy cerca de la Mezquita, escuché
del propio Federico Mayor Zaragoza, ex Director General de la UNESCO, la
versión del hecho: un día recibió en su despacho la visita del escritor
barcelonés, quien le habló entusiasmado de la plaza de Xemáa el Fná, de
Marraquech, como un espacio único en el mundo. Allí, le dijo, se alberga un
patrimonio oral milenario. Goytisolo, vecino del lugar, le planteó a Mayor
Zaragoza la necesidad de hacer algo para protegerlo y el Director General puso
en manos de expertos el tema. Al cabo de poco más de tres años, la Asamblea
General de la UNESCO aprobaría el instrumento que hoy sirve para la
salvaguardia del acervo cultural inmaterial de los pueblos.
Hoy, cuando me enteré de
que Juan Goytisolo había ganado el "Cervantes", no sólo recordé
algunos libros suyos que adoro, sino también, esa especie de conciencia
cultural que él encarna, puesta al servicio de imaginarios olvidados. Antes de
obtener para todos la declaratoria a favor de la plaza de Marraquech, escribió
así sus temores:
"...Xemáa el Fná resiste a los embates
conjugados del tiempo y una modernidad degradada y obtusa. Las 'halcas' no
desmedran, emergen talentos nuevos y un público siempre hambriento de historias
se apandilla jovial en torno a sus juglares y artistas. La increíble vitalidad
del ámbito y su capacidad digestiva aglutinan lo disperso, suspenden
temporalmente las diferencias de clase y de jerarquía (...). Al claror de las
lámparas de petróleo, he creído advertir la presencia del autor de Gargantúa,
de Juan Ruiz, Chaucer, Ibn Zaid, Al Hariri, así como de numerosos goliardos y
derviches. La imagen zafia del bobo besuqueando su teléfono celular no afea ni
abarata la ejemplar nitidez de su egido. El fulgor e incandescencia del verbo
prolongan su milagroso reinado. Mas a veces su vulnerabilidad me inquieta y el
temor se agolpa en mis labios cifrado en una pregunta: ¿Hasta cuándo?"
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Sé que le acaban de
otorgar el Premio Cervantes por su inmensa obra literaria. No podía ser por otra
cosa. Pero también sé que buena parte de esa obra es para ser leída en voz
alta. Son muchas los voces preteridas que viven, se aglomeran y cantan en sus
libros. Por eso he querido recordarlo hoy, por (y en) su plaza infinita de
salmodias. Allí celebraremos el Cervantes.
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