Italo Calvino, paseando con un niño
De vez en cuando vuelvo a Calvino y a las “ciudades
invisibles”. Hoy, buscando su diario norteamericano, para referirlo un día de
estos en el taller, me fui hasta Berenice y leí aquello de las ciudades
diferentes que se suceden en una misma, y que, son, alternativamente, justas e
injustas. Pasé la página para leer lo que buscaba. ¿Cómo resistir, aquí y
ahora, la tentación de citar las famosas palabras de Marco Polo al final del
fascinante libro?:
El infierno de los vivos no es algo que será; hay
uno, es aquel que existe ya aquí, el infierno que habitamos todos los días, que
formamos estando juntos. Dos maneras hay de no sufrirlo. La primera es fácil
para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de no
verlo más. La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos:
buscar y saber reconocer y quién y qué, en medio del infierno, no es infierno,
y hacerlo durar, y darle espacio”
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