Héctor Babenco y Meryl Streep. Hacían Ironweed, 1987
Un espectador imaginado
hace mucho por Manuel Puig demuestra su admiración por Babenco con un relato.
Le narra a un amigo el momento en que Helen (Meryl Streep), otrora artista de
gran futuro y ahora indigente, empieza a cantar “He’s me pal”, de Gus Edwards,
viejo director de vodeviles. El admirador de Babenco, que lo es también de los
dos grandes actores de esta historia (el otro es Nicholson), intenta
aproximarse a ese instante de nostalgia por el reino perdido, pero se detiene y
busca la película para poner la escena y agradecer a Héctor Babenco aquella
terrible maravilla. Es “Ironweed” (“Tallo de hierro”).
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Gracias a Héctor Babenco,
en 1985, los lectores de Manuel Puig supimos que El beso de la mujer araña
había retornado con honores a su origen. Sin duda, la novela, llena de imágenes
y de películas -como tantas otras de Puig- era (y es) cine también. Y del
bueno. William Hurt se ganó el Oscar ese año por su magnífico “Molina”. Y no
era para menos. El poeta Néstor Perlongher dijo entonces que “la maestría de Hurt” nos
permitió ver a un Molina capaz de convertir su deseo de ser mujer “en una
especie de monumento vivo a la mujer”.
Ahoro que lo cito,
reparo en las confluencias: Perlongher, uno de los más destacados integrantes
del Frente de Liberación Homosexual de Argentina, fue un lúcido pensador
político. Imposible que el libro de Puig y el filme de Babenco no provocaran en
él una mirada crítica y certera:
“En el desenlace trágico
puede leerse también la persistencia histórica de ciertas relaciones de
contigüidad entre la homosexualidad y la marginalidad, entre la perversión y la
muerte”.
Por cierto, Perlongher,
argentino como Babenco, al igual que éste, vivió mucho tiempo en São Paulo.
Allí murieron ambos. Perlongher en 1992 y el director argentino-brasileño, el
jueves pasado. Tenía 70 años. Por eso esta pequeña anotación en su memoria.
Como dice el final de la
novela de Puig, que en el de la película repite
Sonia Braga: “Este sueño es corto, pero es feliz”.
Descansa en paz, Héctor
Babenco.
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