Iglesia de Pedro Claver, Cartagena de Indias
...hoy estuve recordando
a Picón Salas. En realidad, estuve recordando su biografía de Pedro Claver,
algunos de cuyos capítulos me parecen magníficos textos narrativos, dignos de
estar en una exigente antología de cuentos (¿ya están?). No dudé mucho y fui
por el libro, que fue mi lectura febril de esta tarde. Sí, es la biografía de
un jesuita en Cartagena de Indias o el vivo retrato de un santo, pero también
es la crónica de un mundo sombrío del que emergen figuras siniestras como el
inquisidor Mañozca, a quien Picón Salas dedica estos trazos magistrales, de
cuya justificada dureza no escapan algunos de sus cofrades:
Entre sus colegas ancianos y gotosos –curas de pocas miras y luces del
Tribunal del Santo Oficio- Juan de Mañozca impone su temible prestigio de ave
carnicera. Las perlesías y reumatismos tropicales, el excesivo calor y
extrañeza de las gentes, anulaban el impulso de los otros ministros que apenas
hicieron el largo viaje de las Indias para ganar un salario con el noble
pretexto de defender la santa fe, mientras la mirada de Mañozca –verdaderamente
aquilina- hallaba en toda causa, ocasión de proventos y desde su retiro indiano
parecía prepararse, calculadamente, para más amplia y ostentosa figuración. En
Mañozca había madera para fabricar un Torquemada doblado de financista y
político sutil.
La descripción de un
auto de fe le es suficiente a Picón Salas para dejar estampada una muestra de
las ejecutorias del torvo personaje: la pira inquisitorial recibe a un inglés,
Adan Edon, contra el que se han cebado, tanto la anglofobia del funcionario
como la “divina” iracundia de la Contrarreforma. El espectáculo de las llamas
infunde terror, pero no suprime el sufrimiento de los fieles, lo que tiene sin
cuidado al gélido Mañozca. El inglés entra al fuego musitando un salmo. Así lo
imagina el merideño en su prosa indignada.
--
Al terminar la lectura
del capítulo Peste en la nave, siento que no he leído nada, que sólo he
visto una escena cinematográfica. La he visto, además, en los detalles. La he
sufrido. ¡Qué grande Picón Salas! me digo, una vez más. Escribió uno de los
mejores cuentos de la literatura venezolana (y de Cartagena de Indias) y lo
escondió en su estupenda biografía del santo ignaciano y catalán. Peste
en la nave es un texto tremendo. Todo el mapa de la ignominia está en
esa nave que apesta. Es la tragedia íntegra. Casi que salgo a buscar un pañuelo
de Holanda para llenarlo de agua de colonia y aliviarme un poco.
--
(Mariano Picon Salas: Pedro
Claver, el santo de los esclavos, 1950)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario