domingo, 9 de octubre de 2016

La tragedia íntegra (relectura de un cuento venezolano)

Iglesia de Pedro Claver, Cartagena de Indias

...hoy estuve recordando a Picón Salas. En realidad, estuve recordando su biografía de Pedro Claver, algunos de cuyos capítulos me parecen magníficos textos narrativos, dignos de estar en una exigente antología de cuentos (¿ya están?). No dudé mucho y fui por el libro, que fue mi lectura febril de esta tarde. Sí, es la biografía de un jesuita en Cartagena de Indias o el vivo retrato de un santo, pero también es la crónica de un mundo sombrío del que emergen figuras siniestras como el inquisidor Mañozca, a quien Picón Salas dedica estos trazos magistrales, de cuya justificada dureza no escapan algunos de sus cofrades:

Entre sus colegas ancianos y gotosos –curas de pocas miras y luces del Tribunal del Santo Oficio- Juan de Mañozca impone su temible prestigio de ave carnicera. Las perlesías y reumatismos tropicales, el excesivo calor y extrañeza de las gentes, anulaban el impulso de los otros ministros que apenas hicieron el largo viaje de las Indias para ganar un salario con el noble pretexto de defender la santa fe, mientras la mirada de Mañozca –verdaderamente aquilina- hallaba en toda causa, ocasión de proventos y desde su retiro indiano parecía prepararse, calculadamente, para más amplia y ostentosa figuración. En Mañozca había madera para fabricar un Torquemada doblado de financista y político sutil.

La descripción de un auto de fe le es suficiente a Picón Salas para dejar estampada una muestra de las ejecutorias del torvo personaje: la pira inquisitorial recibe a un inglés, Adan Edon, contra el que se han cebado, tanto la anglofobia del funcionario como la “divina” iracundia de la Contrarreforma. El espectáculo de las llamas infunde terror, pero no suprime el sufrimiento de los fieles, lo que tiene sin cuidado al gélido Mañozca. El inglés entra al fuego musitando un salmo. Así lo imagina el merideño en su prosa indignada.
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Al terminar la lectura del capítulo Peste en la nave, siento que no he leído nada, que sólo he visto una escena cinematográfica. La he visto, además, en los detalles. La he sufrido. ¡Qué grande Picón Salas! me digo, una vez más. Escribió uno de los mejores cuentos de la literatura venezolana (y de Cartagena de Indias) y lo escondió en su estupenda biografía del santo ignaciano y catalán. Peste en la nave es un texto tremendo. Todo el mapa de la ignominia está en esa nave que apesta. Es la tragedia íntegra. Casi que salgo a buscar un pañuelo de Holanda para llenarlo de agua de colonia y aliviarme un poco.
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(Mariano Picon Salas: Pedro Claver, el santo de los esclavos, 1950)

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