Hay un diálogo cuya
pertinencia y oportunidad es difícil poner en duda. Me refiero al que
protagonizaron Maquiavelo y Montesquieu en el infierno. Lo escribió Maurice
Joly y fue publicado en Bruselas, en 1864.
Díganme si no, el parlamento que de
seguidas transcribo, tiene acá (y ahora) ineludibles resonancias. "Poder absoluto", por un lado; "revocable", por el otro, no son expresiones que ahora se lean de balde en estas tierras asoladas:
Montesquieu: Observo que os lanzáis a la carrera en pos del poder
absoluto por el más conveniente de los caminos; pues en un Estado donde la
iniciativa de las leyes solo le incumbe al soberano, este, en la práctica, el
único legislador; pero antes de que hayáis ido más lejos, desearía haceros una
objeción. Pretendéis afirmaros sobre la roca, y yo os veo asentado sobre la
arena.
Maquiavelo: ¿Qué queréis decir?
Montesquieu: ¿No habéis acaso afirmado vuestro poder sobre la base del
sufragio popular?
Maquiavelo: Así es.
Montesquieu: Pues bien, en ese caso no sois más que un mandatario
revocable sometido a la voluntad del pueblo, pues en él reside la única
verdadera soberanía. Creísteis que podríais hacer valer este principio para el
mantenimiento de vuestra autoridad; ¿no os percatáis, por ventura, de que
podrán derrocaros en cualquier momento? Por otra parte, os habéis declarado
único responsable; ¿os consideráis un ángel, acaso? Pero, aunque lo seáis, no
por ello se os inculpará menos de todos los males que puedan sobrevenir, y
perecéreis en la primera crisis.
(Maurice Joly: Diálogo en el infierno
entre Maquiavelo y Montesquieu, Muchnik Editores, 1974. Traducción de Matilde
Horne. Prólogo de Jean-François Revel)
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ResponderBorrarA propósito del diálogo quen se inicia
ResponderBorrarAsí es. Saludos.
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