Imprimía libros junto a su esposo. Cocinaba y tejía. Sus sobrinos dieron cuenta de la calidad de sus panes. Acá está, retratada por Vanessa Bell, su hermana, otra artista singular
Virginia Woolf paseaba por los patios y jardines
de Oxbridge “en una bella mañana de octubre”. Imbuida por el espíritu de paz
que allí reina, se acordó de pronto que en la biblioteca se preserva un
manuscrito de su pariente Thackeray. Aprovechando que estaba muy cerca y deseosa
de precisar algo del estilo, fue a examinarlo. Esto le pasó:
“….me encontraba ya ante la puerta que conduce a
la biblioteca misma. Sin duda la abrí, pues instantáneamente surgió, como un
ángel guardián cortándome el paso con un revoloteo de ropajes negros en lugar
de alas blancas, un caballero disgustado, plateado, amable, que en voz queda
sintió comunicarme, haciéndome señal de retroceder, que no se admite a las
señoras en la biblioteca más que acompañadas de un ‘fellow’ o provistas de una
carta de presentación”.
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Hoy es su día. La señora Dalloway dijo que ella
misma se encargaría de comprar las flores. Nessa traerá un nuevo cuadro. Felicidades.
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