“Tente en
el aire. Casta de gentes en la América. Vé Mestizos, fol, 129, No. 21. En la
descendencia de mulata casada con español, los hijos llaman Cuarterones. Pero
una Cuarterona casada con español, engendra hijos que llaman Quinterones. Y si
una Quinterona casa con español, los hijos son Requinterones. Y si una
Requinterona casa con español, sus hijos son los que se llaman, Tente en el
aire. Y una Tente en el aire casa con español, entonces los hijos son blancos y
llamados Castizo-Español. Pero si la Tente en el aire casa con mulato, entonces
la descendencia y casta vuelve para atrás y el primer grado es Cuarterón”.
Lo anterior no es una cita de un libro sobre castas
americanas. Es una entrada del Arca de las Letras y Teatro Universal
de Fray Juan Antonio Navarrete.
Antes de pasar a la siguiente anotación (a la
que iba, en principio), pienso en los géneros y en sus infinitas combinaciones.
Precisamente, el rarísimo libro (libro de los libros) del guameño Navarrete,
parece ser la mayor muestra venezolana de esos juegos: un prodigioso tente en el aire literario, situado en
el límite de numerosas escrituras, incluida la poética, como lo revela la
hermosa dedicatoria a la “Madre Dignísima del Verbo Eterno”: la “verdadera Arca
de Letras”, a cuyo manto se acogió el ilustre franciscano para emprender su
recorrido por “doctrinas sanas, noticias útiles y cosas saludables”.
Muchos son los cruces en esta enorme Arca de Navarrete, quien, como Novalis
(y mucho antes, Athanasius Kircher), pensaba que todo debía ser enciclopedizado.
Y a ese afán dedicó su vida, iniciada el 11 de enero de 1749, en Guama,
entonces “jurisdicción de San Felipe, Provincia de Caracas” y concluida no se
sabe exactamente dónde ni cuándo. Blas Bruni Celli, el más completo editor
(hasta ahora) del Arca de Letras y Teatro Universal, supone que Navarrete debe
haber muerto en algún lugar de Guayana, aventado por las desgracias que produjo
la pérdida de la segunda república. García Bacca, por su parte, estima que eso
debió ocurrir hacia 1814, “a juzgar por la interrupción del Diario”.
Para José Balza, quien leyó con efusión y
asombro el “Arca”, Navarrete podría ser “un puro precursor del cuento venezolano”.
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Iba a mirar hoy lo que Navarrete dijo en su
portentosa enciclopedia acerca de Lope de Aguirre, pero me encontré con la
entrada anterior y me quedé pensando en que la humorada racial “tente en el
aire”, bien podría servirnos de metáfora para aproximarnos a la armonía
primigenia de este libro fascinante y plural.
Ya habrá tiempo para comentar la otra entrada,
la referida al célebre “peregrino” vasco que mataron en mi ciudad,
Barquisimeto. Ahora busco una imagen de 'Tente en el aire' para acompañar esta
nota y ver la referencia de Mestizos
en el folio 129, en la que se cita a Moreri y sus "Criollos", quien,
al decir del guameño, tiene todo lo que se desea "hasta de la casta tente
en el aire".
(Cuando se menciona a Navarrete, no sólo debemos
recordar a Juan David García Bacca, Blas Bruni Celli y José Balza. También a José Antonio Calcaño y
a Manuel Pérez Vila. Y en mi caso, a un escritor yaracuyano que pasó muchas
horas en la Biblioteca Nacional trajinando con el Arca: Orlando Barreto. A él debo la primera descripción del libro de Navarrete, en los días en que
junto a otros amigos comenzábamos la aventura de fundar una universidad en San
Felipe, y en Guama, la hermosa tierra del fraile).
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