Los Persas. Esquilo. Teatro El Tinglado Buenos Aires. 2013.
Dirección Mónica Maffia. Diseño y realización de máscaras: La Matricería
Seis
de la mañana y la primera apariencia: cielo despejado. Leo unas páginas espléndidas de Cecil M. Bowra
en las que discurre sobre poesía y política. Camina calles de la Hélade como Pedro por
su casa: la Atenas de Pericles. Se las conoce, casi tanto como Mommsen, quien
se perdía en la Berlín guillermina, pero no en Atenas, donde era capaz de
ubicar fácilmente el escenario del “Fedro”.
Da
gusto acompañar a Sir Cecil. Describe, saluda. Se topa con Tucídides y le
felicita por juzgar a los políticos por su desempeño y no por lo que dicen. A
veces se detiene a indagar. Eso hace ahora mismo con la tragedia: “La poesía más
representativa de la Atenas del siglo V”. Encuentra en los “Persas” un ejemplo
notable de cómo tratar un acontecimiento histórico reciente, porque Esquilo vio
la guerra persa sub specie aeternitatis y no bajo la reducción de sus
intereses inmediatos y locales. Le parece notable que “por mucho que los
atenienses, como otros griegos, aborreciesen todo lo que los persas les
hicieron”, conservaran un alto sentido de la valía personal de sus enemigos. No
se cegaban ante ella. Con inevitable lógica, Bowra afirma que la magnitud de la
victoria griega habría quedado disminuida “si Esquilo hubiese presentado a los
persas bajo una luz despectiva”.
El
capítulo acerca de poesía y política de “La Atenas de Pericles” es un lúcido ensayo
sobre la tragedia, vista “como la heroica aceptación de los destinos”, para
decirlo con palabras de Roland Barthes, quien una vez nos recordó que la
tragedia era una verdadera “escuela de estilo”. Y de dignidad, añadiría Bowra en el umbral de su siguiente estancia: la de “la oposición ateniense”.
Antes, el profesor de Oxford también había citado a Eurípides con este ruego que la
madre hizo a Teseo en las “Suplicantes” y que nunca ha dejado de tener
resonancias:
“Mira cómo tu país, indefenso y ultrajado,
levanta sus
ojos centelleantes contra quienes lo ultrajan.
En su desdicha
encuentra fuerza.
Se crece en
medio de las ciudades que vegetan secretamente
y en la
penumbra.
Tienen miradas
sombrías, por sus cautelosos planes.
Esos hombres
muertos y esas mujeres que lloran necesitan
tu ayuda, hijo
mío, ¿No se las darás?”
--
(La
Atenas de Pericles, C. M. Bowra)
--
Ahora
recuerdo que los poetas Louis MacNeice y W. H. Auden le legaron a Sir Cecil Maurice Bowra “una cúpula de cristales multicolores”. Como su obra, por todas partes esa hermosa bóveda irradiaba luces.
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