Releo las conocidas palabras que un respetado intelectual escribió cuando el país necesitaba de su voz:
“Desde que
mi generación asiste a la vida pública no ha visto en el Estado otro
comportamiento que esa especulación sobre los vicios nacionales. Ese
comportamiento se llama en latín y en buen castellano: indecencia, indecoro. El
Estado en vez de ser inexorable educador de nuestra raza desmoralizada, no ha
hecho más que arrellanarse en la indecencia nacional.
Pero esta vez se ha equivocado…”
(..)
No
discutamos ahora las causas de la Dictadura. Ya hablaremos de ellas otro día,
porque, en verdad, está aún hoy el asunto aproximadamente intacto. Para el
razonamiento presentado antes la cuestión es indiferente. Supongamos un
instante que el advenimiento de la dictadura fue inevitable. Pero esto, ni que
decir tiene, no vela lo más mínimo el hecho de que sus actos después de advenir
fueron una creciente y monumental injuria, un crimen de lesa patria, de lesa
historia, de lesa dignidad pública y privada. Por tanto, si el Régimen la
aceptó obligado, razón de más para que al terminar se hubiese dicho: Hemos
padecido una incalculable desdicha. La normalidad que constituía la unión civil
de los españoles se ha roto. La continuidad de la historia legal se ha quebrado.
No existe el Estado español. ¡Españoles: reconstruid vuestro Estado!”
Las citas corresponden
al célebre artículo que Ortega y Gasset publicó en El Sol el 15 de noviembre de
1930, que terminaba con estas líneas:
“…somos
nosotros (…) gente de la calle, de tres al cuarto y nada revolucionarios,
quienes tenemos que decir a nuestros conciudadanos: ¡Españoles, vuestro Estado
no existe! ¡Reconstruidlo!
Delenda
est Monarchia”
Cinco meses después, el pueblo, mediante
elecciones, cumplió con el llamado.
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Creo que nuestro país está tan mal, que si
hubiese un intelectual respetado por la mayoría, y capaz de decirnos hoy
-mutatis mutandis- algo semejante a lo de Ortega, no lo escucharíamos.
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