Nunca está de más volver
a Cervantes. En una de sus novelas ejemplares, este coloquio canino, que a
veces viene como anillo al dedo:
"CIPIÓN.- Para saber
callar en romance y hablar en latín, discreción es menester, hermano Berganza.
BERGANZA.- Así es,
porque también se puede decir una necedad en latín como en romance, y yo he
visto letrados tontos, y gramáticos pesados, y romancistas vareteados con sus
listas de latín, que con mucha facilidad pueden enfadar al mundo, no una sino
muchas veces.
CIPIÓN.- Dejemos esto, y
comienza a decir tus filosofías.
BERGANZA.- Ya las he
dicho: éstas son que acabo de decir.
CIPIÓN.- ¿Cuáles?
BERGANZA.- Estas de los
latines y romances, que yo comencé y tú acabaste.
CIPIÓN.- ¿Al murmurar
llamas filosofar? ¡Así va ello! Canoniza, canoniza, Berganza, a la maldita
plaga de la murmuración, y dale el nombre que quisieres, que ella dará a
nosotros el de cínicos, que quiere decir perros murmuradores; y por tu vida que
calles ya y sigas tu historia”.
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