martes, 9 de agosto de 2016

Balada de Lezama y el turrón


J.L.L

Juan de Herrera, arquitecto de Felipe II, traza el capitel corintio de la catedral y disfruta el turrón que acaban de traerle en la berlina del Palacio. Lo paladea. Lezama, quien lo describe, cierra la frase con un suspiro y dice: “Qué delicia en esa imagen posible”. 
-- 
Nada más lezamiano que el deleite del turrón. No. Más lezamiana es la balada escrita en enero de 1955, incluida en “Algunos tratados en La Habana”. Copio la analogía, vale decir, la descripción: 
 
La pétrea flora corintia dibujada por el pulso de la mayor firmeza que hemos tenido para el tratado de lo resistente, y de pronto, enlazado en brevísima placa, la magia árabe de las avellanas, la flor del almendro, las disciplinantes abejas, penetrando por un embudo terminado en punta platinada, la punta donde comienza a sonar el organillo del sabor 
 
Alguien dijo una vez que la arquitectura era una rama de la repostería. Juan de Herrera debió estar de acuerdo, más ahora, cuando Lezama lo sorprende sintiendo los “corpúsculos del sabor contra el cielo del paladar” e imaginando que el rey ya no es el rey, sino un califa que acaba de ordenarle que “dibuje la mancha de ese sabor y que los albogones, de cinco cuerdas, propaguen con la justeza de su proclamación, el oro inquietante de las sucesiones”.
-- 
 
Recuerdo a Lezama, quien murió el 9 de agosto de 1976, hace hoy cuarenta años. Repitiendo el apellido, mi hijo Martín reparó un día en este verso bifronte del que me apropio:  
 
Lezama / les ama 
 
Y les invita al barroco placer de la miel y las almendras.
 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario