Borges. Foto: Pedro Meyer
Borges, libros y lecturas, de Laura Rosato y
Germán Álvarez, confirma lo que sabíamos o sospechábamos. En cualquier caso, su
valioso aporte a los estudios borgeanos, enriquece en alta proporción nuestras
opiniones o conjeturas acerca de Borges como lector.
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Afirmó con razón Beatriz Sarlo que Borges era un
lector al que no se le escapaban las orillas, un lector que encontraba
prodigios en los recodos, tal como él mismo los fue dejando en sus libros:
escondidos en alguna nota al pie de página, en un breve prólogo o en algún
epílogo. También era un lector que dejaba constancia de cualquier asociación
que le interesara, aunque eso, en apariencia, lo desviara del libro mismo, y
las anotaba en las páginas de guarda (iniciales o finales) del volumen leído.
No lo hacía en los márgenes, ni subrayaba, como lo constata el importante estudio
de Rosato y Álvarez.
Sarlo calificó a Borges de lector “alfil”:
trazaba siempre una diagonal. Con seguridad, al autor del soberbio díptico
“Ajedrez” no le habría disgustado esa certera imagen.
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Asomarse al trabajo de Rosato y Alvarez es, sin
duda, un regalo para nuestra curiosidad. “Seré curioso”, decían antes los
argentinos. “Decíme”… Así que les digo:
En muchos de los libros que leyó Borges puso breves apuntes que guardan un vínculo estrecho con su obra futura. Por eso,
al comentar el trabajo de Rosato y Álvarez, a Beatriz Sarlo le dio la impresión
de que Borges tuviera todo previsto. No lo tenía, desde luego, pero algún
secreto hilo guió sus lecturas hacia el terreno que más se avendría con
futuras páginas suyas. Guardaba, sabiendo o no del todo, material para otras
ocasiones. A propósito de una nota sobre un libro de Menéndez y Pelayo,
incluida en Borges, libros y lecturas, Sarlo comenta:
“…de la monumental Historia de los heterodoxos
españoles subraya tres párrafos: uno sobre el lobizón, que por supuesto
interesa a Borges como mito criollo (Borges es el criollo universal, como él
dijo de Sarmiento); otro sobre una cosmología herética según la cual el mundo
fue creado por el demonio; y una referencia que remite a la Divina Commedia. De
585 páginas estas citas provienen de las páginas 164, 271 y 138. ¿Cómo imaginar
el momento de encontrarlas? ¿Cómo las encontró, ya que no es posible decir que
las buscó?// Borges subraya sólo lo que le importa como material de una
escritura por venir o confirmación de una intuición ya escrita”.
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Las notas de Borges me recuerdan un párrafo muy
borgeano de George Steiner, acerca de las notas marginales: “En nuestras
grandes bibliotecas, existen verdaderas contra-bibliotecas formadas por las
notas marginales y por las notas marginales de las notas marginales que
sucesivas generaciones de auténticos lectores taquigrafiaron, codificaron,
garabatearon o pusieron por escrito con elaboradas y floridas expresiones a lo
largo, encima, debajo y entre los renglones del texto impreso. A menudo, las
notas marginales son el eje de una doctrina estética y una historia intelectual
(…). Sin duda éstas pueden formar una verdadera obra de creación, como sucede
en el caso de las notas marginales de Coleridge…”.
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Creo que Borges, libros y lecturas (Ediciones
de la Biblioteca Nacional, Buenos Aires, 2010) nos empezó a descubrir una pequeña parte
de ese otro "aleph" borgeano: sus notas de lector.
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