Juan Carlos Flores (La Habana 1964 - Alamar - La Habana (2016)
Ayer el poeta Juan Carlos Flores salió de su
casa en Alamar a comprar pan y le dijo a sus vecinos que al regresar se
suicidaría. Eso hizo. Lo encontraron ahorcado en el balcón de su apartamento,
donde vivía solo. Me enteré por un tuit y busqué de inmediato un pequeño libro
suyo. Lo encontré al lado del de otro
suicida: Ángel Escobar. El libro
de Flores es Distintos modos de cavar un túnel (Ediciones Unión, 2003); el
de Escobar: Cuando salí de La Habana. Abrí el primero y leí en el prólogo
de Reina María Rodríguez estas líneas subrayadas:
“Su suicidio permanente está en la página que
trastea con esmero, con delicadeza de jardinero que poda un marabuzal en
claro-oscuro. Página-pozo donde viven y se atropellan las voces que lo
acompañan y no lo dejan solo”.
Esas voces seguirán allí, circulando,
repitiéndose. Flores las acompasó en
medio de la pesadilla, allí mismo, en Alamar, al este de La Habana.
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Leo El
péndulo:
“Soñar,
cuando la realidad nos cansa; volver a la realidad, cuando soñar nos cansa”.
En unas
escasas líneas de Joyce, están condensados todos los poemas de Fuera de juego,
el libro que escribió Padilla. Sobre un césped recién cortado unos adolescentes
disputan un balón. Desde las gradas, otro adolescente precoz, observa, toma
notas.
“Soñar,
cuando la realidad nos cansa; volver a la realidad, cuando soñar nos cansa”.
Ser
Ulises, donde nadie te espera.
(Juan Carlos Fuentes, El péndulo, en Distintos
modos de cavar un túnel)
--
Como su admirado Rolando Escardó, Flores se
metía en las cuevas y cavaba. Su modo esencial: la poesía.
Finalmente, estas dos líneas suyas sobre el
cementerio judío:
“El sol rebota contra piedras, y hay otro muerto
más, al final de la cola, con un ticket en mano, esperando el solsticio”.
Y la luz.
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